julio 20, 2012

La biblioteca de Borges



Alvaro vivía atrapado en una biblioteca. No físicamente, como después se dijera, sino en una biblioteca etérea. Sus límites, sin embargo, eran reales. La criada entraría en su cuarto y lo vería acostado sobre la cama, los ojos cerrados. Intentaría sacarlo de la habitación, pero renunciaría al escuchar los agresivos gruñidos de un hombre que no parecía estar del todo sano. Minutos después Alvaro se acostumbraría a la presencia invasora de esa mujer simple y empezaría a agobiarla con problemas que a ella le sonaría a monólogo extraño.

- El problema con este libro, María, es que tiene demasiadas referencias a este otro, que aunque es una obra menor, tiene el mérito de haber concebido una idea original. Sí, sí. Me dirás que una idea no deja de ser original porque alguien más ya lo ha pensado. Pero sigue siendo cansido encontrarse siempre con lo mismo en la literatura, que debería de ser más bien lo contrario de esta habitación, de estas nuestras rutinas, de mi casa, de la ciudad y del mundo. No dijo Hume que la imaginación del hombre era infinita? Pero de seguro has leído a Hume y sabes lo que viene después... Nada se puede crear la imaginación del hombre, que no hayan percibido antes sus sentidos. Nunca has pensado que tal vez son nuestros sentidos los que no pueden percibir nada más que lo imaginable?

No se llamaba María, pero él tenía la costumbre de llamar a todas las criadas María. Ella sentiría entonces cierta angustia relacionada con el comportamiento general de los empleadores seniles. Intentaría mantenerse fuera de su alcance; cosa totalmente ilógica, porque Álvaro seguía con los ojos cerrados y las manos sobre la barriga. No tenía ninguna intención de moverse.

- Verás, María, la literatura no se trata de lograr la narración perfecta, ni de crear un libro perfecto, a pesar de lo que haya dicho Cortázar. Uno tiene una idea. eso es definitivo. Y se podría decir que la idea es perfecta, a pesar de las valoraciones personales. Asumamos, entonces, que una idea, por el hecho de ser idea, es perfecta.

La escobilla se ocuparía, ahora, de limpiar suavemente el polvo de la mesa de noche sin hacerlo volar hacia las fosas nasales del desquiciado.

- Unos te dirán que el problema es que, al poner la idea en palabras, tiene que ser moldeada, es decir deformada. Pero que no te asusten. Esto simplemente es una ilusión, una excusa para justificar falta en la técnica narrativa. Quien quiera poner una idea en palabras es un idiota, porque una idea no está hecha de palabras y la mayoría de palabras no son aptas para expresar una idea, me sigues? Es como decir "yo sé algo, porque lo que yo pienso que es y lo que es son lo mismo". Cómo puede saber alguien lo que es, si solamente conoce lo que cree que es? Y cómo puede ser estas dos cosas lo mismo, lo que es y lo que uno percibe que es?

María se apuraría, se mordería el labio, abriría la ventana para que entrara la brisa y empezaría a limpiar la cómoda. Pero el miedo cedería poco a poco ante la presión de la obligación de limpiar y la costumbre. El tono de voz de Álvaro, calmado y regular, la harían sentir más segura.

- Lo que la literatura es, María, es una ventana. Uno tiene una idea y tiene palabras. La idea es algo inexpresable, algo íntimo, inexistente quizá, pero de alguna manera transmisible. Para qué la historia? Para qué las metáforas y los juegos linguísticos? No serán para el disfrute, como otros te querrán hacer creer. Es todo un camino. Es como pulir un lente. O como ajustar un telescopio. Te mueves de aquí para allá, piensas que sabes de que va, piensas que entiendes a los personajes, pero todo cambia de una página para otra. No es que sean irreales o que quieran ser diferentes al mundo sólo por ser diferentes. No, no. Es un camino, créelo. La idea está ahí. Es lo que se ve en la lejanía. Un hombre que en medio de la noche oye el silbar del bosque y siente un llamado. Atrás la ciudad. Ve de nuevo las luces que han iluminado toda su vida y vuelve la espalda, empieza a caminar hacía la oscuridad de la naturaleza. Ves? Eso podría ser el final de una novela, como de hecho lo es, de estas dos! Pero la idea no es un hombre que va al bosque. La idea será lo desconocido, el viaje, la renuncia. Alguna cosa será. Un ritual oscuro, la habitación sumergida en las sombras, la intención de un hermano de matar, el ascenso fatal del cuchillo. Esto podría ser la trama de una novela, como de hecho lo será, de seguro. Quién podría defender la suposición que tal escena representa una idea? La idea será el pecado, lo prohibido, la enfermedad, la importancia del tiempo y la relatividad de nuestras acciones.

Por un segundo María creería entender de qué hablaba Alvaro. Sus manos, hasta ahora ocupadas en labores mundanas, cesarían de limpiar. Ya ni siquiera el movimiento automático, entrenado por los años de trabajos manuales, se dejaría adivinar. Por primera vez pensaría que los libros que inundaban la habitación eran, probablemente, los libros de los que hablaba tan vehementemente Alvaro. Querría decir algo, pero la detendría el temor de estar equivocada.

- Desde luego, uno se dará cuenta con el tiempo que es imposible saber qué quería desvelar en primer lugar el autor. Sería como asumir que entendemos lo que decimos o que las palabras sólo tienen un significado. A veces, sólo por jugar con la posibilidad, me imagino que el universo es inmortal, una masa de magnitudes brutales que existe sin más, me imagino que las reglas que la rigen son distintas a través de la eternidad. Si este fuera el caso y la materia se combinara infinitamente creando distintos mundos, serían creados a lo largo del tiempo todos los mundos posibles. Y si todos los mundos posibles son creados y existen en algún punto del tiempo, también existe un mundo donde las personas hablan con las mismas palabras, o mejor dicho los mismos sonidos, y cada quién entiende algo distinto, pero todos creen entenderse y hablar el mismo idioma. Un magnífico engaño. Algo así como la biblioteca universal de Borges.

Se confundiría de nuevo. El calor de la habitación, el polvo removido que flotaba terco en el aire, la reverberación del sol en los cristales de la ventana tendrían un efecto adormecedor, penetrante. María se daría cuenta de que no atendía su trabajo, que estaba hace minutos parada frente a la cama, los brazos colgando perezosamente, lejos de la escobilla, la cual yacía en el suelo. Sentiría cierto desasosiego, un malestar ocasionado sencillamente por el hecho de comprender lo que aquel hombre decía. Se daría cuenta de que el monólogo nunca fue para que ella lo escuchara, para que ella lo comprendiera, pero lo que ella entendía le revelaba la soledad de Alvaro, una soledad que no se ocasionaba en el nido de su cama, en su exilio autoimpuesto. Era una soledad que emanaba de la sola posibilidad de un silencio universal, de una incomunicación primigenia. María bajaría los ojos y vería entonces con horror que una sonrisa se dibujaba en los labios de Alvaro, sabría que no saldría de esa habitación nunca, no de aquella en la que limpiaba, sino en aquella etérea que la envolvía en la fría soledad de sus propias palabras. Esa sonrisa egocéntrica, enigmática. Y luego el silencio.

Alemania, 2012

febrero 05, 2012

Fotografía

Ha oscurecido. El teatro, otrora atestado, ahora descansa con apariencia de misterio detectivesco, cerrado en sombras internas movedizas. La plaza, frente al teatro, se deja rodear de una luz amarilla íntima, reconfortante para aquellos sentados entre sus caminos de naturaleza y cemento.

La vida nocturna es calmada, pletórica de movimiento. Suenan las campanas en arpegio perfecto, son las siete menos cuarto.

San Salvador, 2009.

Confesión

No solo me enamoré de vos. Me enamoré de la ciudad cuando despierta, que se parece cada vez más a tu cuerpo. En la calle el ruido es como esas horas en las que los dos callamos, porque cada quien se imaginaba el fin (por decir el comienzo del recuerdo, que quizá es la parte más dulce de un amor) a su manera. El calor del día es un eufemismo de nuestros minutos de pasión, lugares perdidos.

San Salvador, 2009.

mayo 14, 2011

La propia necedad

Ayer me di cuenta que desde que vine a Alemania no escucho completo el "Dark side of the moon" y hoy me descubrí que si alguien quiere cometer el sacrilegio de no ponerle atención a alguna de sus canciones, esa debe de ser "On the Run", a menos que uno sepa como la hicieron. Porque entonces todo tiene sentido y ya no hay excusas para despegarte de semejante pieza de arte. Quizá algún día escriba el "Dark side of the Moon" de la literatura. No no, permitime, eso ya existe. Mejor seguiré el consejo de un buen amigo (quien, además, tiene muchas más razones que yo para no hacerlo): delectar este álbum una vez al mes.