Ha oscurecido. El teatro, otrora atestado, ahora descansa con apariencia de misterio detectivesco, cerrado en sombras internas movedizas. La plaza, frente al teatro, se deja rodear de una luz amarilla íntima, reconfortante para aquellos sentados entre sus caminos de naturaleza y cemento.
La vida nocturna es calmada, pletórica de movimiento. Suenan las campanas en arpegio perfecto, son las siete menos cuarto.
San Salvador, 2009.
No hay comentarios:
Publicar un comentario