marzo 06, 2011
Oficina
Lo usual. El reflejo del monitor cae obstinadamente en la retina, como queriendome iluminar con alguna verdad irrefutable. El cansancio es ineluctable. No un cansancio fisico ni mental, algo asi como una pereza creada a puro fundirse con la silla, la inercia de la materia llevada al patecisismo. Ahora, basta decir que mi horario es desde las siete vespertina hasta las 7 matutina. Ya son las tres y media. Matutina. Casi termino un libro pero a estas alturas mi cerebro ya esta frito. La inconformidad se filtra por todas las roturas de la conciencia. Dentro de poco tendre mi break, y caminare por la calles de la ciudad dormida, que siempre es como una amante que revela un secreto de almohadas: quieta y fría.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
no hay que trabajar en un call center para haber vivido esta experiencia, yo lo viví desde la silla en que me sentaba a programar por innumerables noches, con algoritmos y cafés que terminaban ya muy helados como para terminar de beberlos.
ResponderEliminarTe oigo en eso de los cafés.
ResponderEliminarquieta y fria.
ResponderEliminar